Nacía Lady Hester en el seno de una familia
aristocrática inglesa, el 12 de Marzo de 1776. Como era corriente en esa época,
fue educada con institutrices, pero ya desde su niñez demostró ser distinta a
las otras niñas de su posición social. Le aburría el rol de las normas de
educación, tenía una personalidad fuerte con tendencia al liderazgo y sus
gustos eran poco habituales en una mujer; como la caza, los caballos y todo lo
relacionado con las aventuras y
exploraciones. Poseía además, rasgos físicos que la hacían más
extraordinaria, elevada estatura, complexión amazónica y estaba dotada de un gran ingenio e
inteligencia. Aunque creció en su casa paterna, a los 24 años, fue enviada al
castillo de Walmer a vivir con su tío William Pitt y su abuela Hester, condesa
de Chatham.
La relación con su tío
que era ministro y estaba soltero, llego a ser muy estrecha hasta el extremo de
asumir el papel de pseudo-esposa en Agosto de 1803. En esta posición de
anfitriona se hizo conocida por su carisma y su conversación animada e inteligente, pero
era demasiado franca , directa y con falta de tacto, ya que detestaba y
ridiculizaba a los conocidos de su padre que le parecían mediocres. Puesto que
su relación con el nunca había sido buena. Su personalidad opacaba un tanto a
la de su tío y aunque era divertida para la mayoría de los políticos, también
hizo enemigos dentro de ese grupo y algunos se la jugarían mas tarde. También
actuaria de secretaria personal de Pitt, ya que tenía talento para los
negocios.
Toda su vida cambia,
cuando su tío William fallece después de una larga enfermedad, en 1806 a la
edad de 47 años. Desaparecieron las influencias sociales y su mundo se tornó
solitario. La herencia vitalicia que le proporcionaba la corona, no alcanzaba
para mantener el estilo de vida llevado hasta entonces.
Es aquí cuando nace la
leyenda de Lady Hester, comienza su andadura, primero por varios lugares de
Inglaterra y más tarde por el extranjero. Se dice que fue un desengaño amoroso
lo que la llevó a salir de su país para no regresar jamás a él. También cuentan que pudo ser debido a
la muerte de su tío, del que comentan que estaba profundamente enamorada. Sea
como fuese, Lady Stanhope, emprendería su primer viaje a Grecia. Allí en
Atenas, se dice que el mismo Lord Byron, a la llegada del barco que la
transportaba, se arrojó al agua y fue nadando a conocerla. Después de esta
parada, en el país heleno siguió rumbo hacia Constantinopla y más tarde a El
Cairo, pero antes de llegar a su destino, su barco naufragaría a causa de una
tempestad, yendo a parar a la isla de
Rodas.
Con la pérdida de sus
pertenencias en Rodas, le ofrecieron vestidos de mujer turca, pero dicho
atuendo incluía velo y ella se negó a usarlo decidiendo vestirse de hombre, con
chilaba, babuchas y turbante. Le gustó tanto la experiencia que una vez que
llego a El Cairo, adquiriría una indumentaria masculina más elegante y apropiada a su clase social. Recorrió
Oriente Medio siendo recibida por varios jeques con temor y respeto, debido en
parte a su imponente aspecto y a su
carácter. Siempre se negó a llevar velo en estas tierras, donde era tomada por
un joven turco. Incluso en Damasco, ciudad integrista, se paseaba vestida de
hombre a lomos de su caballo y a plena luz del día, toda una temeridad que pudo
haberle costado la vida. En Jerusalén
consiguió que tras recibirla el gobernador, las puertas del Santo Sepulcro se abriesen especialmente para
ella, en un tiempo donde las mujeres no podían entrar al templo.
Llegó a desafiar tribus
de beduinos hostiles, que más tarde se convertirían en su escolta. Después de
atravesar el desierto al frente de una caravana de camellos, llegó a la ciudad
de Palmira en 1813. Allí la recibieron como si fuese la reencarnación de
Zenobia, la mítica reina de esa ciudad. Hizo circular el rumor de que había
tenido varias visiones que la señalaban a ella como predestinada para ser la
prometida de un nuevo mesías. Con esto consiguió ganarse el respeto de la gente
de la zona y empezaron a llamarla la Reina Blanca de Palmira. Cuando se canso de
sus viajes y de haber explorado tantas cosas como desde los castillos
templarios, aldeas romanas, yacimientos arqueológicos hasta los escenarios
bíblicos de tierra santa, se asentó en un monasterio abandonado de las montañas
de Sidón en el Líbano. Allí se organizo su propia vivienda al estilo turco,
recreando una fortaleza digna de los cuentos de las mil y una noches.
Tuvo la suficiente
valentía como para dar asilo a los refugiados drusos y de otros clanes,
victimas de sus luchas internas, lo que le valió la enemistad del emir Bashir
II. Adquirió suficiente poder como para que Ibrahim Pacha solicitase su
neutralidad, antes de invadir Siria en 1832. Había logrado convertirse en casi
una jefa de estado. Su fama se extendió desde Damasco hasta la misma Inglaterra,
lo que ocasionaba que ningún viajero Europeo
que se preciase, pasara por Oriente Medio sin intentar entrevistarse con
ella.
Su última expedición, la
dejo en la más absoluta ruina, se había empeñado en encontrar un tesoro en la
ciudad de Ascalón, guiada por un antiguo pergamino, pero nunca encontró lo que
esperaba. Si a eso se suma el nivel de vida que llevaba y las deudas que iba
contrayendo, todo esto propiciaría que el gobierno británico, le embargase la
pensión vitalicia para pagar a sus acreedores. Aun así, Lady Hester no renunció
nunca a su forma de vida, hasta que en el invierno de 1837, cayó gravemente
enferma de una pulmonía de la que nunca se recuperaría. Momento que
aprovecharon sus sirvientes para cobrarse todo lo que les debía, saqueándola
por completo. Moriría en su cama en Julio de 1839, cubierta de harapos y
rodeada de más de 40 gatos.
Lady Stanhope, vivió
bajo sus propias normas. Se le atribuyeron muchos amantes, fue criticada por
convivir con algunos de ellos en una sociedad que no admitía liberalismos de
ese tipo en una mujer. Consiguió ganarse el respeto en un mundo como Oriente
Medio, donde las mujeres no tenían ningún rol. Llevó su valentía hasta límites
insospechados dentro de la política, en un país con problemas internos. Su gran
amigo y confidente, el doctor Charles Meryon que la acompañaría en sus viajes
durante 28 años, como médico de cabecera, diría de ella: "El sueño de
la vida de lady Hester fue el poder y el mando, y la cuestión era que no podía
acceder ni al uno ni al otro. Se veía excluida, por su sexo, de virreinatos y
gobernaciones: tenía el genio de un héroe, pero no podía mandar flotas ni
ejércitos, ni presidir consejos de Estado".
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